Bryon Widner fue uno de los más violentos supremacistas blancos de Estados Unidos, y su cara tatuada en gran medida lo demostraba con orgullo. Tras rehuir de sus creencias y vínculos nazis, se dio cuenta de la dificultad que suponía encontrar trabajo con las marcas de su pasado. Tras 25 cirugías durante un total de 16 meses, el pasado de uno de los neo-nazis más temidos de América ha desaparecido, dando paso a un padre feliz y un ciudadano ejemplar.
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